1/10/08

Tiempo y mar.

En un lugar con mar, a orillas de la montaña, a cualquier hora de un día cualquiera, en un mes indeterminado de un año sin preferencia y sobre aquel peñón oscuro y bravo, sobre el mismo peñón que al océano hacía frente noche y día, podía verse dibujada en el aparentemente cercano horizonte, la silueta de un marinero, un hombre viejo, solitario y mal conocido por cuantos le habían visto en el pueblo, una persona de esas que llamamos locas, de las que creemos no esconden dentro de sí mismas más que arrugas y huesos, un ser humano discriminado sólo porque “no vive en su tiempo”. Junto a él y a su lado, su único amigo y fiel compañero, su perro. El anciano sacó su temblorosa mano del bolsillo, señaló al velero que se encontraba entre la línea que separa el mar del cielo, y mirando a los negros ojos del perro, dijo sólo una palabra; “libertad”, y en ella lo dijo todo…, ambos dirigieron sus miradas a la embarcación y la siguieron hasta que ésta se perdió en el infinito. Tres días después, la costa firme se encontraba solitaria pero muy cerca de donde comienza el desierto azul, pude ver como un bote se alejaba para no volver jamás, en su proa un can, en popa unas barbas blancas, a estribor y tallada en la madera de la barca, una palabra: “Libertad”…

Autor: Daniel Rguez.