15/3/09

La vi pasar.

Desde la Plaza Mariano de Gavia,
hética, con las costillas casi al aire,
sólo el peso de su mugre apestosa
evitaba que el viento la volara
hasta la estación Sur en la calle Canarias.
Paseaba más atenta a la policía
que a su propio torpe paso
o a los yonquis que buscaba,
portaba aires de loca asustada,
levantaba la mirada sólo en las esquinas.
Me dio alcance a la altura de Atocha
cuando paré en un semáforo peatonal,
me pedía algunas pesetas sueltas
que llegué a creer que sabía que tenía
y antes de negárselas ya echaba a andar.
Ella se adelantó al cruzar la calle,
yo que tenía la zancada mayor,
no me aventuraba a darle alcance,
era verano, un miércoles laboral,
y el asfalto se derretía al pisarlo.
Compró un dulce en un kiosco,
comió dos trozos casi sin ganas
y me sorprendió ver que lo tiraba,
bajó al metro protestando por algo,
quizá a comprar otro dulce más agrio.
No la vi salir, no supe más de sus cosas,
me alegré de no darle las monedas
pensando que fui testigo al saber
que tiró las de otro con aquél dulce
y que tiraría las mías con aquéllas drogas.

Autor: Daniel Rguez.