1/6/09

Él, su deseo

Estaba sólo y sólo se sentía. Pero escuchó; y le acompañó el segundero de su antiguo reloj de pared, el crujir de sus viejos huesos y una melodía aprendida hacía años.
Luego recordó; y le entretuvieron viejas historias de hacía más de tres cuartos de siglo.
Más tarde miró; y le hacían compañía ancianos libros, copas altas sobre pino y tras bohemia y fuego lento a su derecha. A su izquierda su arrugada imagen en el espejo.
Fue entonces cuando al fin entró él y empezó a cumplirse; ahora estaba sólo pero así no lo sentía. No escuchaba ni el reloj antiguo, ni sus huesos viejos pero sí la melodía alta y clara. Recordaba las historias pero no que hacía ya casi un siglo. Miró a los libros y creía no haberlos leído, las copas altas allí seguían tras cristal y sobre pino. El lento fuego era ahora alto y recto, y no tenía frío al mirar al espejo…, él era joven y atractivo.
Se levantó del sillón y tenía la edad del lector. Oía ahora mejor, pero no tenía la experiencia del reloj, el trabajo realizado de sus huesos, ni una canción. Recordaba también, pero no sabía historias de las que aprender, ni con las que enseñar. Y veía como un lince, ¡ya lo creo que veía! Pero no sabía lo que los libros, ni apreciaba el valor de las copas o el pino. El fuego allí seguía y el espejo reflejaba el fuego y de él, su joven ira…